No soy una persona feliz.
Cuando digo esto a la gente, ellos infieren que soy infeliz. Asumen que mi estado es binario: o soy un triunfo de dicha o soy un desgraciado miserable. No reconocen un espectro, solamente dos estados: ser feliz o ser infeliz.
Yo nunca he sido «feliz»… he sentido alegría, contento, satisfacción, me he sentido bendecida. Todos esos sentimientos son efímeros o de poca duración. Ser «feliz» implica permanencia. Implica que he completado todos los pre-requisitos y ahora puedes sentarte en el tope de mi pila gigante de felicidad para siempre. Implica que he ganado. He vencido al jefe del final. Lo logré. Soy un triunfo. Soy increíble. Soy completa.
Cuando he disentido de la idea de felicidad, el argumento en contra siempre es el mismo: «es acerca del viaje». Eso no es, tampoco. La conversación acerca del «viaje» (o trayecto, o camino) viene aparejada con la idea de que el «viaje» es uno alegre, lleno de sonrisas y diversión y alegría. Asimismo, los viajes requieren puntos de llegada, requieren tener un fin; de otra forma no eres Frodo, eres un vagabundo llendo de un lado a otro con una pieza de joyeria robada.
El problema con la idea de «felicidad» es como lo que sucede con Plutón. Hace varios años, Plutón perdió su categoría como planeta, lo cual causó muchas quejas y controversia. Sin embargo, Plutón nunca fue el problema. La palabra «planeta» viene del griego, significa «vagabundo». Describe cuerpos que se mueven en el cielo en contraste con las estrellas que son fijas. Es una forma muy simple de describir algo tan complejo como un planeta. Plutón no es un planeta debido a que nuestra definición de «planeta» no es muy buena.
Así que, yo no soy feliz, debido a nuestra definición de «feliz» o «felicidad», no es muy buena. Es una palabra monocromática que se utiliza para decribir un rico y conplejo espectro de sentimientos humanos.
En lugar de eso, me mantengo ocupada, interesada y fascinada. Hago cosas que son significativas para mi, aunque no siempre me hagan feliz.
Mi familia es lo más importante, mis hijos, mi esposo, es lo más importante para mi. Como cualquier mamá, si mis hijos, esposo y personas más cercanas están bien, yo estoy bien. Todo lo que hago y pienso tiene que ver de una forma u otra con ellos.
Me gusta mi trabajo. La mayoría de los días, me obligo a dejar de trabajar para irme a mi casa. Hay días mejores y hay días peores. La mayoría de los días son buenos. Antes de tener hijos era workaholic, la primera en llegar, la última en irse. Ahora lo sigo siendo, con la diferencia de que mis hijos son más importantes, así que a la hora de la salida, agarro mis chivas y me voy a mi casa.
Hacer reír a las personas es muy importante para mí. Creo que hacer reír es una forma real de dar amor. Hacer reír a mis hijos y esposo es casi el paraíso.
El tenis es muy importante para mi. Me emociona, o entristece, me siento feliz o me siento triste. Ocupa horas de mi vida y considero que es tiempo perfectamente bien invertido.
Me gusta caminar. Comencé hace algunos años, cuando llegamos a vivir en Cholul, donde hay una larga ciclopista. Hoy por hoy camino entre seis y ocho kilómetros en días alternos. No lo hago diario por falta de tiempo y porque me duelen los huesos. Se ha covertido en un vicio y en una pasión para mi.
Escucho música, busco música, guardo música, compro música, investigo sobre música. No concibo mi vida sin música.
Hago estas cosas porque las encuentro significativas. Las encuentro atractivas. Hago todas estas cosas porque me gusta sentirme interesada y desafiada. No estoy feliz, estoy ocupada y me mantengo interesada. ¡OK!
(Texto tomado de «The Oatmeal» se puede ver el original aquí. Excepto la parte en itálicas que es mía.)
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