Me duele el codo

Por ahí de noviembre, me empezó un dolor de codo muy molesto.

¿Será porqué, a pesar de que algunas de mis blusas se llenaron de hoyos en la lavadora, las sigo usando así todas llenas de huecos? ¿Será porqué, no me importa comer algunos alimentos más allá de la fecha de caducidad? O, ¿será porque mi anillo favorito, que uso todo el tiempo, me costó $29 pesos en Shasa?

No, en este caso, estamos hablando de un dolor real, literalmente hablando, me dolía el codo. Me hice tonta todo noviembre, diciembre, enero, y casi acabando el primer mes del año, decidí atenderme, visité a una terapeuta física.

La terapueta, una doctora muy amable, me hizo una revisión de muñeca, antebrazo, codo, brazo y hombro y dictaminó: señora, a usted le duele el codo.

«Esto se debe a un exceso de uso de la extremidad. ¿Utiliza usted mucho su mano derecha?»

¿Qué si la utilizo mucho? Desde que nací, hace más de 51 años, mi mano y brazo derecha me sirven para todo exactamente todo absolutamente todo lo que hago. Como dijo Porfirio Díaz: «la izquierda no me sirve para nada».

–Le recomiendo -dijo la doctora- que trate de usar el brazo lo menos posible y ponerse esta cremita dos veces al día.

¡Claro! le dije, ¿cuánto cuesta la cremita?

A continuación me dijo un precio, la doctora, que me detuvo la sangre en las venas. Definitivamente, me estaba recetando una terapia para ambos dolores de codo, el real y el figurativo.

Ya no pude echarme para atrás, así que le pagué la dichosa cremita. Tuve que pararme varias noches en la Ave. Aviación (lo que sería la Ave. Sullivan en la CDMX) para juntar el dinero.

Eso sí, valió la pena, toda vez que la crema ha funcionado maravillosamente y, oh maravilla, ya no me duele el codo. Sin embargo me parece que es de esos remedios que si se dejan de usar, dejan de servir. Ojalá que no sea necesario seguir comprando la crema, por el bien de todos mis codos….

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