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LA SOLEDAD
Ayer me encontraba con un grupo de personas, y una de ellas preguntó, ¿cómo podía combatir la soledad?
Los que escuchamos, coincidimos en que nos encanta estar solos y palabras más palabras menos todos comentamos que «de eso pedimos nuestra limosna». La persona que hizo la pregunta se veía desconsolado. ¿Como porqué me están presumiendo que todo el tiempo están rodeados de gente?
Aunque ciertamente yo soy de las personas que disfruta mucho, tal vez más de la cuenta, estar sola, también intenté ponerme en lugar de la persona que pidió consejos acerca su sentimiento. Me lo imaginé como llega a su casa, que está vacía, y tal vez come sus alimentos sin nadie a su alrededor, y se echa a ver la tele o el netflix estando solo, hasta dormirse y al día siguiente empezar otra vez.
La persona que hizo la pregunta está lo bastante grandecito para que sus hijos ya sean mayores y hayan hecho sus propias vidas, para que sus papás hayan fallecido, y para que sus experiencias de vida le hagan sentir que la gente no es fácil de tratar. Hay -habemos- personas así, para las que el trato con la gente no es precisamente un «día de campo».
Alguien le dijo: inscríbete a algún curso, diplomado, de alguna materia que te guste, como literatura o psicología, tanatología o apreciación de cine. Eso me pareció una buena idea. En ese curso puede conocer personas y aprender nuevas e interesantes temas.
El pobre está desesperado por conseguir pareja. Lo ha dicho varias veces. Él mismo sabe que es difícil que lo logre. Ya no tiene veinte años y tampoco tiene muchos lugares ni tampoco oportunidades para conocer personas. Así que, tal vez lo mejor que puede hacer es aprender a disfrutar su soledad.
Borges escribió:
He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado