Esto que voy a narrar, no me sucedió a mí, sino a unas personas apreciadísimas que tengo en la mayor estima.
No voy a decir nombres, para efectos de esta narrativa, diré que una de ellas se llama Diamante, su mamá se llama Estrella, y sus hijos (de Diamante) se llaman Aguacate y Radioactivo.
Los cuatro fueron al bellísimo puerto y ciudad de Progreso a darse un delicioso baño de mar. Diamante y Estrella decidieron quedarse a comer y al entrar al restaurante, observaron que en una mesa se encontraba don Víctor Manuel Cervera Pacheco, quien fue Gobernador del Estado muchos años (más de seis) y era una figura destacada en los ámbitos político, social y hasta cultural de Yucatán.
Se sentaron Estrella, Diamante y sus hijos Aguacate y Radioactivo a ver el menú. Después de analizarlo unos minutos, Diamante llama al mesero.
-¿Dígame, Señora?
-Joven, para mis hijos voy a pedir unos camarones empanizados…
-¿¿Cómo?? -interrumpe Estrella- ¿¿CAMARONES??
Diamante y el joven mesero miraron a Estrella un poco apenados
-Si mamá, camarones, ¿qué tiene de malo?
-¡Estás pidiendo lo más caro del menú!! ¡¡los camarones son muy caros!!
-No mamá, no pasa nada –y mirando de nuevo al mesero le dice: “joven a mi me trae un cocktail de camarones y caracol”
–¿¿Cómo?? ¿¿CARACOL??
Estrella subía cada vez más el tono de su voz, de tal forma que los clientes que estaban sentados en las otras mesas, don Víctor Cervera incluído, voltearon a ver discretamente
Con tono rojizo en la cara, Diamente le dijo a su mamá:
–Sí mamá, aquí traigo el dinero, el papá de Aguacate y Radioactivo me dio suficiente dinero para que comamos todos.
–¡No niña, eso no está bien! ¡¡Luego los niños no se terminan su comida y es un desperdicio!!
Diamante eligió ignorar lo que decía Estrella, y le confirmó al mesero: “Joven, tráigame lo que le pedí”
El mesero tomó la orden de Estrella, un pescado frito, y se fue a dejar las instrucciones al cocinero.
La comida siguió su curso, con un poco de disgusto por parte de ambas, Estrella y Diamante. A medio consumir sus alimentos, observaron como la mesa donde estaba Don Víctor se pararon todos y se fueron, no sin antes saludar desde lejos con la mano a ellas dos.
Estrella vio confirmadas sus sospechas, ya que los niños no terminaron sus camarones. “¿Ves? ¡Te lo dije!”.
Llegó el momento de pedir la cuenta. “¡Vas a ver que va a salir en un montón de dinero!” Le dijo Estrella. Diamante, medio consternada, le dijo al joven que por favor, le traiga la cuenta.
El mesero le respondió: “Señora, no se preocupe. Don Víctor pagó toda la cuenta de ustedes”