Acabo de leer el libro titulado “La honesta verdad acerca de la deshonestidad” del investigador Dan Ariely, especialista en Economía del comportamiento. Rescato algunas ideas que me parecen interesantes, en este tema fascinante:
No es tan dificil ser un poco deshonesto cuando se trata de “cosas” en vez de “dinero”. Por ejemplo, un niño le dice a su papá que pasó un mal día en la escuela porque no tenía lápiz. Su papá comenta “me lo hubieras dicho y te traigo lápices de mi oficina”.

¿Alguna vez te has sorprendido, cuando llega el cerrajero a tu casa, que en unos segundos abre la puerta con su ganzúa? Yo he pensado, mientras le pago: “qué le impide a este hombre a volver mañana y entrar con toda facilidad a mi casa”. El libro explica que los cerrojos existen para mantener honesta a la gente que ya es honesta. Un porcentaje de la gente es honesta y siempre lo será; otro porcentaje, son deshonestos y siempre lo serán; pero la gran mayoría, serán honestos siempre y cuando no haya las oportunidades a la mano. O como quien dice, en arca abierta, el justo peca.
Nuestra voluntad o deseo de hacer trampa disminuye cuando contamos con “recuerdos morales” como los diez mandamientos o los códigos de conducta. Por ejemplo, si antes de contestar un cuestionario o llenar un formato firmamos una promesa de decir verdad, es muy difícil que hagamos trampa o contestemos insinceramente
Existe algo llamado el “factor fudge” (fudge como el chocolate). Si podemos ser deshonestos y de alguna forma disfrazarlo para que no nos sintamos mal, o no sintamos remordimientos, es muy probable que, en efecto, seamos deshonestos.

Hacer trampa se simplifica cuando para hacerla, hay que tomar varios pasos y no hacerlo directamente. Por ejemplo, soy el autor intelectual pero no el material.
La trampa o la deshonestidad se puede explicar con el famoso experimento del gato de Schrödinger, un físico austríaco que en 1935 describió el siguiente escenario: un gato está sellado en un caja de acero con un isótopo radiactivo que puede descomponerse o no. Si se descompone, sucederán una cadena de eventos que provocarán la muerte del gato. Si no, el gato seguirá viviendo. En la historia de Schrödinger, mientras la caja permanezca sellada, el gato está suspendido entre la vida y la muerte y tampoco puede decirse que está vivo o muerto. La historia del gato de Schrödinger podría ser útil aquí cuando lo que hacemos, no existe, o no tiene categoría de bueno / malo, hasta que esté escrito o hasta que nos atrapen, hasta que sea parte de la realidad objetiva.

Una vez que alguien (o alguna organización) nos hace una favor, nos volvemos parciales a todo lo relacionado con el benefactor, y que el la magnitud de este sesgo aumenta a medida que la magnitud del favor inicial (en este caso el monto del pago) aumenta.
El concepto de “ego depletion” quiere decir que las decisiones que tomamos cuando estamos cansados o estresados son peores. Si hemos estado resisitiendo la tentación todo el día, al llegar la tarde o la noche, ya no tendremos fuerzas par seguir resistiendo. Un buen consejo es enfrentar las situaciones más difíciles o más complicadas temprano por la mañana. Y en ocasiones, lo mejor es simplemente ceder a la tentación, darnos un “break” a nosotros mismos.
Existe un concepto que se llama “external signaling” que consiste en demostrar a los demás quienes somos por la forma en cómo nos vestimos. Pero, a pesar de lo que creemos, lo cierto es que no tenemos una idea muy clara de quienes somos realmente y hacemos lo que los demás hacen. Usar una bolsa marca Prada original nos puede hacer cambiar nuestro comportamiento de una manera sútil, y lo mismo si usamos una imitación hecha en China de la misma bolsa Prada. Usar ropa de imitación hace más sencillo para la persona cometer otros actos de deshonestidad. A esto se le llama el “what the hell effect”, que se podría traducir como “el efecto me vale madres”
Debe quedar claro que un acto inmoral puede hacer que otro más probable y que los actos inmorales en un área pueden influir en nuestra moralidad en otras áreas.
Cuando nosotros y quienes nos rodean somos deshonestos, comenzamos a sospechar de todos, y sin confianza nuestras vidas se vuelven más difíciles en casi todos los sentidos.
Al parecer hay una relación entre las personas altamente creativas e imaginativas y la facilidad o propensión para mentir o cometer adulterio, hacer trampa o ser deshonestos.
Los comportamientos deshonestos son altamente imitables. Es más posible que nosotros realicemos esas conductas si tenemos un amigo o un pariente o alguien cercano que las haya hecho también.
Lo mismo pasa en las empresas -como en el caso Enron- o algunos gobiernos. Cuando algunos comenten fraude o son corruptos, “contagian” a los cercanos, que su vez contagian a los respectivos cercanos, y llega un punto en el que casi todos son parte de la trampa.
Tendemos, como seres humanos, a ver las infracciones menores como sin importancia y sin consecuencias. Es un error. Lo cierto es que no deberíamos obviar ni olvidar ni los más mínimos hechos deshonestos, sobre todo si se trata de políticos, celebridades, o directores generales de grandes empresas.
Los humanos tenemos un debilidad por hacer “trampa altruista”, incluso si apenas conocemos a la persona que podría beneficiarse de nuestro mal comportamiento. Esto es, llevar a cabo acciones deshonestas porque beneficiamos a un tercero. Lamentablemente, parece que incluso el altruismo puede tener un lado oscuro.
En un alto grado, lo que nos detiene de “portarnos mal” no es la posibilidad de que nos atrapen y castiguen, sino el remordimiento y sentimiento de culpa que viene después. La buna noticia es que todos tenemos un “compás moral”. El problema está en mantenerlo funcionando.
Hacer favores o dar regalos a la gente es una forma comprobada de ganar su lealtad. Por eso las farmacéuticas y muchas otras empresas lo hacen. Los regalos hacen una labor de “presionar” nuestro botón de la reciprocidad.Las personas con cargos o responsabilidades de toma de decisión, deben hacer lo posible para no aceptar regalos ni siquiera invitaciones a cenar.
No queda más que reconocer que un cierto nivel de deshonestidad es inevitable en nuestra sociedad tal como la vivimos hoy. La vida no es blanco y negro, y nuestras motivaciones con frecuencia “chocan” contra otras motivaciones.Puede existir algo como “demasiada honestidad”. Al contrario, Kant pensaba que nunca se justifica una mentira. Kant creía que la honestidad era una marca, un producto de una mente racional, y que la racionalidad era el fundamento de la diginidad humana. Por lo tanto, mentir era una falta de dignidad.
Como comentario final, agrego que a mi me gustaría ser como Kant y no mentir nunca ni que nunca me mintieran. Es un sueño “guajiro”. Imposible de lograr. ¡Lástima!