Aquí afuerita de la colonia donde vivo, hay una magnífica ciclopista. Desde que vivo aquí en agosto del 2011, he usado la ciclopista para caminar.
Al principio salía con mi bicicleta. Compré una para eso; lo cierto es que no me gustó para nada, ya que cuando me encontraba en la misma pista con otra bici o con un peatón, me iba de lado y estuve a punto de caer no una sino varias veces. Además, me perseguían los perros de los vecinos (los perros propiedad de los vecinos) en más de una ocasión tuve que salir en mi bici armada con salchichas que les tiraba a los perros para distraerlos y poder pedalear lejos de ellos… nunca he sido muy ducha con la bici es la verdad.
Así que mandé la bici a volar y comencé a usar dos mis piernas para avanzar por la ciclopista. Dentro de las muchas, muchas bendiciones que debo agradecer y agradezco a mi Poder Superior, está ciertamente la de esta ciclopista.
He salido a caminar más o menos tres veces a la semana desde el 2011, así que podemos decir que ya lo hago de forma regular, ya son casi siete años. En esos siete hermosos años de hacer este ejercicio, no he bajado ni 500 gramos, ya que la caminata no es un ejercicio que digamos sirva para quemar muchas calorías. Cuando le echo muchas ganas, llego a caminar unos 7 ú 8 kilómetros, lo cual me sirve para quemar 350 calorías aproximadamente. Llegando a mi casa me zumbo un vaso de exquisita Coca-Cola y ¡listo! ahí fueron recuperadas las mismas.
Más bien, mis caminatas lo que buscan y ciertamente logran es lo siguiente:
a) Contacto con la naturaleza. La ciclopista está rodeada de árboles y arbustos, los cuales tienen en sus ramas diversos pájaros, ardillas, insectos, y muchos de ellos, flores. Cuando salgo por la noche, las flores sueltan un aroma…mmmm… celestial. Cuando salgo de día, los pájaros están pía y pía, comunicándose quien sabe qué cosas muy interesantes. Cuando salgo a las 6 pm, exactamente a esa hora, la bandada de «piches» se van volando todos juntos hacia los árboles donde pasarán la noche, que sospecho son los de la glorieta del «Pocito». Van haciendo mayúsculo escándalo, y cuando llegan a su árbol, antes de quedarse dormidos, también pegan unos cuantos gritos.
b) La luna y las estrellas. Cuando salgo a caminar de noche, la luna me acompaña y camina conmigo. A veces, también hay muchas estrellas. Hay tramos a los que no llega la iluminación artificial y se pueden apreciar las bellas estrellas del cielo yucateco, bellísimas, en todo su esplendor. De la luna, ¿qué más puedo decir si no se ha dicho todo? Tanto si es redonda o en cuarto creciente o cuarto menguante, con su conejo o sin su conejo, la luna es una excelente compañera echándome luz y siendo eternamente bella bella cada vez que me la encuentro.
c) Mis pensamientos…NOT. La «loca de la casa» que decía Santa Teresa. Todos tenemos en nuestros cerebros una loca que nos está diciendo cualquier cantidad de pendejadas y tonterías. Alimentada por mi ego, la pobre loca que habita mi cerebro, rara vez tiene razón. Prefiero que esté callada la condenada. Cuando puedo o quiero caminar más de 4 km, mejor aún superando la barrera de los 5 kms, la loca se queda callada. Es cuando me comienza a dar trabajo el esfuerzo de caminar, empiezo a sentir un poco que los músculos me molestan y que tengo que concentrarme en mi respiración. Esos momentos son mágicos, que es cuando estoy realmente viviendo aquí y ahora. Son momentos maravillosos, cuando mi ego se queda en silencio.
d) Mi música. Siempre salgo a caminar con mi teléfono al cual he dotado de una buena dotación de canciones, que pueden ser animadas como «Tarzan Boy» o nostálgicas como «Life in a Nothern Town» o tristes como «Blower’s Daughter» o buenísimas para elevar el paso y el ritmo como «Stayin Alive» pero no la versión de los Bee Gees, sino la versión de N-Trance. Amo la música y salir a mis caminatas me da la oportunidad de escuchar por lo menos una hora si no es que hora y media de excelentes canciones.
Pues bien, helo aquí. La felicidad no tiene nada que ver con dinero. Salir a caminar me cuesta cero pesos. Gracias a Dios que tengo un par de extremidades para caminar, que tengo la ciclopista cerca de mi casa y que tengo un lindo teléfono para oír la música. Gracias a Dios por todos los árboles, pájaros y flores que me encuentro y Gracias a Dios por la luna, que ciertamente no la puso ahí para mi, pero que me gusta pensar que la puso ahí para que me acompañe en mis caminatas.
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