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Lástima Margarito

En un restaurante de la ciudad de Mérida, cuyo nombre no mencionaré, uno puede, si quiere, preguntar por el «especial» de la casa. En caso de haber «especial» disponible, el mesero le trae a uno un delicioso «bistec» de venado. Está delicioso. La carne es suave y el sabor es exquisito.

Los venados son lindos; miedoso, huidizos, asustadizos. No estoy segura pero creo que están en riesgo de acabarse. Y también, son deliciosos.

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Como parte de la maestría en filosofía que estoy cursando desde agosto, hemos estado analizando las posturas de filósofos en temas de medio ambiente y ecología.

Sus argumentos a favor de los derechos de los animales son contundentes. Tienen toda la maldita razón. No hay, de verdad no la hay, con ganas de que haya, no existe, una justificación real, en el reino de la moral, para hacer daño a los animales. No se justifica usarlos para experimentación, no se justifica comérselos, no está bien que los fabriquemos en granjas para su consumo. No está bien.

El desarrollo de los argumentos es un poco largo, y a riesgo de caer en un peligroso simplismo, voy a resumir aquí algunos puntos, que no todos:

La pregunta fundamental se dirige al corazón del tema. ¿Quienes tienen derechos? ¿los animales tienen derechos tal como los individuos humanos?

Se dice que los animales no tienen derechos morales porque no tienen responsabilidad moral. Es decir ellos no pueden hacerse responsables de lo que eligieron. Sin embargo, hay seres humanos que tampoco pueden. Bebés, ancianitos, enfermos de esquizofrenia y otras enfermedades como Alzhaimer.

Lo mismo, acerca de la capacidad intelectual, que los humanos tenemos de realizar conceptualizaciones y ejercicios mentales avanzados y los animales tienen, en menor medida. Yo Lucía nunca podré hacer trigonometría más allá de la más básica y eso lo logré con mucho trabajo apenas suficiente para pasar el examen de 1 de prepa con el mínimo aprobatorio. El que yo no pueda hacer matemáticas no quiere decir que otra persona va a venir y llevarse mi pierna y comérsela. O que va a hacer experimentos conmigo para lograr mejores cosméticos. O que me va a meter a una jaula para admirarme.

Un caballo o un perro pueden tener más habilidades intelectuales que un bebé de una semana de vida; o que una persona con discapacidad memtal profunda. La pregunta no es si los animales pueden razonar o hablar, sino si pueden sufrir.

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Hasta hace poco tiempo, no se consideraba precisamente iguales, al menos en los EUA, a los seres humanos con piel oscura y a las mujeres. Ellos no tenían algunos derechos que los hombres de piel clara, sí tenían. ¿no será, que estamos haciendo algo así con los animales? La igualdad de los hombres no se basa en características, estatura, color de piel, sexo. La igualdad de los hombres se basa en un principio moral. ¿No será que esta igualdad abarca también a los animales?

Se dice que los animales no tienen derechos morales porque no tienen un alma; sin embargo, no es comprobable que los seres humanos tengamos un alma. Suponemos que la tenemos, y con todo, si es que es verdad que nosotros tenemos un alma y ellos no, eso debería ser nuestra obligación fundamental protegerlos.

En mi casa seguimos comiendo carne de animal por dos motivos: el primero porque de acuerdo a médicos y biólogos que consulté mis hijos necesitan proteína animal para crecer bien, idea de la que ya no estoy muy convencida; la segunda razón es porque tengo que buscarme el tiempo para aprender y enseñar a la persona que me ayuda con la comida a cocinar alimentos nutritivos sin carne. Mis hijos ya están grandes, creo que ya se la pueden pasar sin carne animal; y lo otro se resolverá de un momento a otro. Así que muy pronto, cuando vaya a ese restaurante donde dan venado, pediré kibis de trigo, otro platillo que les queda muy bueno en ese lugar del cual no diré su nombre.